viernes, 26 de julio de 2013

A sesenta años del Moncada (dos artículos)

El diario Granma publica hoy un editorial sobre el  aniversario 60 del asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, y que a continuación reproducimos integramente:
  Cuando hombres y mujeres comparten un ideal justo, y están dispuestos a llevarlo hasta las últimas consecuencias, se convierten en una fuerza arrolladora capaz de cambiarlo todo. Hace sesenta años, un grupo de jóvenes al mando de Fidel e imbuidos de esa convicción martiana de ardiente patriotismo y amor apasionado a la libertad, devolvió al pueblo cubano la confianza en sí mismo y en su destino.
   El asalto a los cuarteles de la dictadura en Santiago y Bayamo en el Año del Centenario del Apóstol no logró inicialmente sus propósitos en el orden militar, pero la sangre generosa que tantos jóvenes, encabezados por Abel, derramaron en aquella acción, sentó las bases para crear un poderoso movimiento insurreccional y presentar un programa social contenido en La historia me absolverá, que trajo consigo los cambios más trascendentales que ha vivido Cuba. Ese 26 de julio inició el camino hacia la primera Revolución socialista de América.
   El Moncada y los intensos años de lucha que le siguieron ubicaron a la nación cubana en la vanguardia del proceso independentista de América Latina, pospuesto desde la época de los libertadores, y que más de 200 años después vive un renacer en la región.
   La mayoría de los cubanos se sumó a la causa encabezada por un líder que no hacía promesas demagógicas, que desde la Sierra por Radio Rebelde siempre dijo la verdad y que advertía, como lo hizo desde el primer discurso en La Habana, que en lo adelante todo sería más difícil.
   Nos aprestamos a celebrar el aniversario 60 del Día de la Rebeldía Nacional en medio de otra colosal tarea que proyecta el futuro de la Patria: el proceso de perfeccionamiento de nuestra sociedad.
   La actualización del modelo económico busca desatar las fuerzas productivas, el talento, los conocimientos, y creatividad de los cubanos. La eficiencia económica a la que aspiramos —con orden, disciplina y exigencia— será el sustento de los logros de la Revolución, así como la base para satisfacer las exigencias de la sociedad del siglo XXI.
   La concreción de ese objetivo demanda que el trabajo honesto sea la palanca que mueva el desarrollo personal. El perfeccionamiento de nuestro socialismo pasa por la conjunción entre el proyecto individual y el proyecto de país, para que cada cubano encuentre en su Patria la posibilidad de materializar sus sueños, al tiempo que es útil al colectivo.
   En ese sentido, la racionalidad económica, que cada vez más se integra en nuestra forma de vida, se entiende como instrumento para lograr un fin, y no como un fin en sí mismo, de la manera en que se aplica en el capitalismo.
   El individualismo, la falta de solidaridad, el egoísmo, son antagónicos al proyecto revolucionario.
   Con el desarrollo económico no se garantiza automáticamente el restablecimiento de los valores. Por eso el llamado de Raúl a emprender con la misma fuerza de la actualización económica, una lucha contra la indisciplina social, las ilegalidades, las contravenciones y los delitos que se han exacerbado durante los difíciles años del periodo especial.
   La familia, los métodos de enseñanza, la producción artística, el periodismo, y cada una de las esferas de reproducción simbólica, deben actuar concertadamente para formar valores libertarios, democráticos y desenajenantes, que solo encuentran su materialización última en el socialismo.
   Precisamente lo que necesitamos es un pueblo tan culto como instruido, que sea el sujeto y no el objeto de las transformaciones, un pueblo de amplia participación democrática por todas las vías y formas y que acelere la eficacia en el funcionamiento de las instituciones, como única garantía para la continuidad de la Revolución. También es la única defensa real contra la corrupción y otros vicios, que se aúpan en las grietas del control y la fiscalización popular.
   La Generación Histórica trajo invicta la Revolución hasta aquí y no podemos obviar ni un segundo que Estados Unidos continúa con su política de agresiones, y no hay señales de que en el corto plazo esa realidad vaya a cambiar. La resistencia del pueblo cubano durante más de medio siglo es, sin dudarlo, una de las mayores proezas colectivas que ha conocido la humanidad.
   La historia de esta pequeña isla demuestra que uno de los grandes retos que tendrán las nuevas generaciones es preservar el socialismo próspero y sustentable que persigue la actual proyección socialista de nuestro programa revolucionario y mantener relaciones cercanas a la normalidad con el mayor imperio del mundo, a 90 millas de nuestras costas, sin abandonar nuestra soberanía e intereses nacionales.
   Las misiones de hoy, por muy difíciles, tienen el ejemplo y la actitud de aquellos jóvenes de hace 60 años. Ya no somos un centenar de hombres y mujeres, somos 11 millones de patriotas y seguimos estando en combate, por las ideas de todos los que han muerto.

   ¡Vamos todos a asaltar el cuartel del futuro!
   !Viva por siempre el 26!
   ¡Gloria eterna a nuestros mártires y héroes de la Patria!     

Tomado de CubaSí
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Por Carlos Angulo Rivas*
  Han transcurrido sesenta años exactos desde cuando, aún cursando mi educación primaria, escuché una conversación de carácter emotivo. Mis padres no eran políticos, sin embargo, durante varios días estuvieron pendientes de las noticias procedentes de Cuba. Un grupo de sublevados, encabezados por el joven abogado Fidel Castro, su hermano Raúl y Abel Santamaría, había tomado por asalto el Cuartel Moncada en Santiago de Cuba, instalación considerada la segunda fortaleza militar del país.
  La acción armada de más de cien combatientes se llevó a cabo el 26 de julio de 1953 con la finalidad de derrocar a la sangrienta dictadura de Fulgencio Batista. Esta gesta revolucionaria quedó inscrita no sólo en la historia de la isla sino del mundo entero, debido al enunciado de una voluntad democrática inspirada en el apóstol cubano José Martí. El movimiento liberador de la patria fue derrotado y los protagonistas fueron asesinados progresivamente, siendo los más conocidos encarcelados, torturados y enjuiciados. Durante el juicio Fidel Castro se hizo famoso, en todo el país, al asumir su propia defensa mediante un alegato histórico memorable titulado “la historia me absolverá.”
  La defensa, vista desde los acontecimientos posteriores en Cuba y en América Latina fue, en realidad, un planteamiento de fe en la libertad, la democracia y la justicia social. La derrota sufrida en ese primer intento rebelde, alimentó los corazones cubanos consagrando el derecho a la insurgencia, a la rebelión, contra las brutales dictaduras, el despotismo y la tiranía; además, transportó al presente, desde la lejana antigüedad, este derecho humano desarrollado por todas las doctrinas, los tratados de derecho, las ideas, y las creencias de los más grandes pensadores universales de la humanidad. El tiempo demostró que la derrota sufrida, el 26 de julio de 1953, se convirtió en un enorme triunfo innovador de lucha continuada contra la opresión de los pueblos subyugados por la ambición desmedida de un sistema capitalista cada día más agresivo y avasallador. Soy muy crítico con la situación actual del mundo entero, económica, política y social; demasiado crítico para aceptar las verdades oficiales, aquellas relativas a la democracia y la libertad cuando la mitad del universo poblacional, cerca de tres mil millones de seres humanos, padece hambre, miseria, insalubridad, enfermedades y desgracias evitables. Tal vez sea inmoderado cuando escribo acerca de los problemas de la excesiva acumulación financiera transnacional, de los problemas de la vivienda, la educación, el desempleo, la concentración de tierras en pocas manos, los problemas de salud y alimentación, etc. pero no puedo escapar a esa realidad viviente soslayada por el individualismo, la indiferencia y la falta de solidaridad.
  A veces algunos nos preguntamos cómo somos capaces de observar grandes iniquidades, sinrazones, inmoralidades, la miseria y el dolor humano, sin sentir la obligación ética y espiritual de transformar este mundo que estamos mirando. La verdad, las entidades distintivas no funcionan bien menos cuando por facilidad verbal, especulativa y mental, hablamos de libertad y democracia, sabiendo que del contenido de estas palabras no nos queda sino un conjunto de gestos, de conmemoraciones, ritos ceremoniales y pompas patrioteras, siempre de repetición mecánica. Lo venimos comprobando porque el verdadero poder no se encuentra en las casas de gobierno sino en los directorios de las grandes corporaciones financieras y en la administración de las empresas multinacionales, ya que allí se deciden los destinos de todos los países y la apropiación de los recursos naturales. Sin democracia económica nunca podrá existir justicia social, tampoco democracia política y libertad ciudadana. En las sociedades modernas auto tituladas democráticas, el grado de manipulación de conciencias ha llegado a un nivel inaceptable, prevaleciendo el criterio de la democracia representativa formal sin la efectiva participación ciudadana.
  El problema fundamental de casi todos los países es que por encima del poder político, de la democracia representativa, existe un poder verdadero no elegido, económico y financiero, que desde arriba determina las políticas de esas democracias nominales. Debemos trabajar arduamente para detener la guerras, las invasiones, las amenazas, pero a su vez tenemos la obligación de rescatar la democracia. No se puede seguir llamando democracia a un sistema que concentra el poder político subordinado al voraz capitalismo económico, utilizando a sus empleados llamados presidentes de la república, congresistas, jueces y magistrados. Una definición conocida por todos nos dice que democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo; sin embargo, en estas tan mentadas democracias occidentales está invariablemente ausente el pueblo, pues la participación activa de los ciudadanos es nula. Particularmente, yo creo en la democracia, debemos seguir creyendo en la democracia pero de ninguna manera en una trampa inventada por los medios de comunicación masiva. En las definiciones fundamentales, la democracia no está en peligro más bien ha quedado atrapada, invalidada, corrompida, por los políticos y candidatos que no cumplen con los votantes y olvidan las promesas electorales con una facilidad sorprendente, convirtiendo a los ciudadanos en víctimas de sus mentiras.
  Gracias a ese primer grito liberador del asalto al cuartel Moncada, a la revolución cubana, a la lucha de los pueblos en Centroamérica y Sudamérica, contra dictaduras como las de Somoza, Ríos Montt, Pinochet, Videla, Bordaberry; y en el mundo entero a través de los países no alineados; nuestro continente viene asumiendo una revolución social de ancha base mediante el incentivo de la participación activa de la ciudadanía en los asuntos de gobierno, en el entendimiento de que cada elector es un político y no un simple espectador de los acontecimientos. La democracia participativa, la consulta popular permanente, en el proceso revolucionario bolivariano iniciado por el presidente Hugo Chávez está a la vanguardia de las nuevas formas de gobierno. La conciencia popular va creciendo y no habrán bloqueos económicos ni políticos, por parte de los Estados Unidos, como el que sufre Cuba desde hace más de medio siglo que nos detenga.
 “La historia me absolverá” ha dado su veredicto, fue una promesa que se fue cumpliendo en el tiempo transcurrido; y hoy el bloqueo a Cuba contra la opinión pública mundial y el consenso unánime de las Naciones Unidas, a excepción de Estados Unidos e Israel, significa la negación de la democracia practicada por el país líder de la falsa propaganda de la libertad.
 *Carlos Angulo Rivas es poeta y escritor peruano.
Imágenes agregadas de archivo

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